Capitulo 1
Mediocielo
Viaje de Acuario
Tengo ante mi una galaxia,
estrellas fugaces,
una sirena con cola de cometa.
Al mirarte desde algún rincón del cielo
pareces un mapa estelar
donde yo navego
hasta tu seno planetario.
Te encontraría en la mitad del mediocielo
deshaciendo lunas,
pintando eclipses infinitos.
Estoy en la cima de la montaña,
siento el juguetear del viento sobre mi pelo
puedo expresar mi sed de libertad.
Para mi cuello me doy
los anillos de Saturno y un perro fiel
para que ladre en el horóscopo
de mi alma misteriosa.
La Persiana
divisando los cerros nevados
de la cordillera.
Por el largo pasillo
bordeado de árboles
transitan mujeres y niños,
los jardines se dejan ver
hasta las aceras.
Un hombre regando bajo los árboles
llenos de pájaros.
Mis pies se hunden
en un colchón de hojas de barro
no puedo dar un paso sin que las ramas de los arbustos
me azoten el dorso y las piernas,
Delante de aquella abertura,
mediando el aire,
a veces el sol quiere entrar.
Con tus tablillas de color marfil
impidiéndolo estás.
Así puedo seguir observando el paisaje
entre las barras horizontales
que se desprenden de arriba hacia abajo.
Sigo mirando las arboledas calladas.
Otras flores sus aromas vierten,
otra armonía en el espacio,
y la tarde cae oscura.
Amiguito Gorrión
cardenales en ramos floridos
la brisa gira en mi entorno.
Nidos de palomas en canales,
huevos en los tibios nidos,
dulzura, ¡alegría!
vuelan, vuelan.
Recibiendo aire fresco en sus alas
otras vuelven a sus nidos a cuidar
sus polluelos que ya empiezan a nacer.
En la azotea del frente
yace un zorzal, en canto a la libertad,
en la otra punta un gorrión cantando
¡has visto a mi tío Agustín!
Le respondo con un suave silbido
que ya él conoce,
se acerca cantando
de repente emprende el vuelo
Pasa suavemente sobre mi cabeza
posándose en un rama del limonero
de la casa del lado.
Salta de rama en rama.
Empieza a gorgojear
siento una gran alegría
al sentirme acompañada
por este pequeñito ser.
En el Azul
aquel sendero tupido
donde mi alma se calmaba
al canto de los Mirlos que
habitan la espesura.
Llevaba aquellas misivas
desteñidas, con olor a rancio.
Recuerdo de amores ausentes.
En silencio caminaba sola
como el viento que pasaba junto a mí,
con mi frente vacía y
mi boca desierta de besos.
Así, llegaba la noche
y mi melancolía se perdía
entre los rayos de plata,
en el azul estrellado.
Las Violetas
recuerdos, tristezas, infinitas alegrías,
pensamientos olvidados que laten con fuerza
al volver a mirar las violetas que fueron
cortadas por ti.
Descoloridas descansan
en las páginas del libro.
Fueron tu obsequio,
siguen guardadas como un tesoro
que nadie podrá arrancar.
Al roce de nuestras manos
entrelazadas
buscando nuestra tibieza
dejándonos más amor que olvido.
Recuerdo
que siente el temblor de una lágrima
no viene a mí
con la urgencia de ayer.
Buscaba tu rostro querido
en las estrellas
hallando sólo tu voz.
Susurros suaves
que mitigarían mis penas
palabras que durarían
en el viento una eternidad.
Este dolor que añoro
que siente el temblor de una lágrima.
La nueva aurora
anidas aún aquel amor del pasado
pleno de ausencias y olvidos
quieres explicarle al corazón
que tu luz interior ya no brilla como ayer,
sólo hay negras nubes.
Deja atrás la soledad
mira las hojas que ofrendan primavera,
así vivirás una nueva felicidad
y hablarás de ella como el renacimiento
a una nueva aurora en ti.
Concierto número cinco de Beethoven
brillante de la noche.
Llevando la melodía en mis oídos
mi mente vaga por llanuras verdes
Transformándome en una doncella
de largos cabellos rubios, de movimientos
ondulados.
Pareciendo una mariposa de multicolores
que recién sale de su capullo.
Inicio mi danza con energía
al compás de ritmos y melodías.
Mis piernas se deslizan a gran velocidad
por el espacio celeste,
posándome en una estrella, reluciente,
en su núcleo giro… giro…
Pies desnudos
dejando tristezas y soledades.
Prosigo mi eterno viaje por los cipreses,
gimen en la tarde gris de otoño.
La luna sobre las aguas errantes
pasan horas y días en busca
de aquello que perdí.
El ave rojo de mi alma
desgrana sus latidos
en grito de sangre sobre mi ser.
Renacer de minino
tu cuerpo sin vida.
La inmovilidad es tan grande,
pupilas empequeñecidas,
párpados entreabiertos
como si mirases el camino inasible.
Recordarás mi ternura,
será la que te acompañe en el silencio de tus noches
en búsqueda de otro cuerpo
donde encarnar.
Fuiste fiel
silencioso amigo.
En la soledad de mis noches
de escrituras
jugabas con el lápiz
cuando eras pequeño.
Creciste hermoso
tu ronroneo fue
como la melodía
que tocaras para mí.
Conociste la crueldad
del ser humano.
En las selvas techadas
la tierra te cubre
y te verá renacer.
Tierra de cementerio
suspendidos
pesadamente desciende
el ataúd al fondo de la fosa.
Un brazo largo negro velludo,
sus dedos cubiertos de tierra reseca,
se alza en medio
de la confusión de los sepultureros.
Corren, corren
por el largo camino
despavoridos
cayendo, parándose.
Sintiendo unos dedos huesudos,
rígidos, helados como nieve
cercano a sus pies
queriendo recuperar su prenda.
Gritan, pidiendo socorro y perdón,
nadie los escucha,
la tarde va cayendo sombría
de un color opaco triste.
Están solos en medio del camino
cubierto de hojas secas que ruedan
por la tierra
húmeda del cementerio.