domingo, 3 de junio de 2007


Capitulo 1

Mediocielo




Viaje de Acuario


Tengo ante mi una galaxia,

estrellas fugaces,

una sirena con cola de cometa.

Al mirarte desde algún rincón del cielo

pareces un mapa estelar

donde yo navego

hasta tu seno planetario.

Te encontraría en la mitad del mediocielo

deshaciendo lunas,

pintando eclipses infinitos.

Estoy en la cima de la montaña,

siento el juguetear del viento sobre mi pelo

puedo expresar mi sed de libertad.

Para mi cuello me doy

los anillos de Saturno y un perro fiel

para que ladre en el horóscopo

de mi alma misteriosa.



La Persiana

El gran ventanal está frente a mí

divisando los cerros nevados

de la cordillera.

Por el largo pasillo

bordeado de árboles

transitan mujeres y niños,

los jardines se dejan ver

hasta las aceras.

Un hombre regando bajo los árboles

llenos de pájaros.


Mis pies se hunden

en un colchón de hojas de barro

no puedo dar un paso sin que las ramas de los arbustos

me azoten el dorso y las piernas,

Delante de aquella abertura,

mediando el aire,

a veces el sol quiere entrar.

Con tus tablillas de color marfil

impidiéndolo estás.

Así puedo seguir observando el paisaje

entre las barras horizontales

que se desprenden de arriba hacia abajo.

Sigo mirando las arboledas calladas.

Otras flores sus aromas vierten,

otra armonía en el espacio,

y la tarde cae oscura.



Amiguito Gorrión


Parras brotadas, hojas verdes

cardenales en ramos floridos

la brisa gira en mi entorno.

Nidos de palomas en canales,

huevos en los tibios nidos,

dulzura, ¡alegría!

vuelan, vuelan.

Recibiendo aire fresco en sus alas

otras vuelven a sus nidos a cuidar

sus polluelos que ya empiezan a nacer.

En la azotea del frente

yace un zorzal, en canto a la libertad,

en la otra punta un gorrión cantando

¡has visto a mi tío Agustín!

Le respondo con un suave silbido

que ya él conoce,

se acerca cantando

de repente emprende el vuelo

Pasa suavemente sobre mi cabeza

posándose en un rama del limonero

de la casa del lado.

Salta de rama en rama.

Empieza a gorgojear

siento una gran alegría

al sentirme acompañada

por este pequeñito ser.



En el Azul


Me gustaba recorrer

aquel sendero tupido

donde mi alma se calmaba

al canto de los Mirlos que

habitan la espesura.

Llevaba aquellas misivas

desteñidas, con olor a rancio.

Recuerdo de amores ausentes.

En silencio caminaba sola

como el viento que pasaba junto a mí,

con mi frente vacía y

mi boca desierta de besos.

Así, llegaba la noche

y mi melancolía se perdía

entre los rayos de plata,

en el azul estrellado.



Las Violetas


En el diario vivir tengo un lugar inolvidable,

recuerdos, tristezas, infinitas alegrías,

pensamientos olvidados que laten con fuerza

al volver a mirar las violetas que fueron

cortadas por ti.

Descoloridas descansan

en las páginas del libro.

Fueron tu obsequio,

siguen guardadas como un tesoro

que nadie podrá arrancar.

Al roce de nuestras manos

entrelazadas

buscando nuestra tibieza

dejándonos más amor que olvido.



Recuerdo


Este dolor que añoro

que siente el temblor de una lágrima

no viene a mí

con la urgencia de ayer.

Buscaba tu rostro querido

en las estrellas

hallando sólo tu voz.

Susurros suaves

que mitigarían mis penas

palabras que durarían

en el viento una eternidad.

Este dolor que añoro

que siente el temblor de una lágrima.



La nueva aurora


En tu alma de poeta

anidas aún aquel amor del pasado

pleno de ausencias y olvidos

quieres explicarle al corazón

que tu luz interior ya no brilla como ayer,

sólo hay negras nubes.

Deja atrás la soledad

mira las hojas que ofrendan primavera,

así vivirás una nueva felicidad

y hablarás de ella como el renacimiento

a una nueva aurora en ti.



Concierto número cinco de Beethoven


Me deslizo bajo la luminosidad

brillante de la noche.

Llevando la melodía en mis oídos

mi mente vaga por llanuras verdes

Transformándome en una doncella

de largos cabellos rubios, de movimientos

ondulados.

Pareciendo una mariposa de multicolores

que recién sale de su capullo.

Inicio mi danza con energía

al compás de ritmos y melodías.

Mis piernas se deslizan a gran velocidad

por el espacio celeste,

posándome en una estrella, reluciente,

en su núcleo giro… giro…



Pies desnudos


Ya no escribo lo que la lluvia se llevó,

dejando tristezas y soledades.

Prosigo mi eterno viaje por los cipreses,

gimen en la tarde gris de otoño.

La luna sobre las aguas errantes

pasan horas y días en busca

de aquello que perdí.

El ave rojo de mi alma

desgrana sus latidos

en grito de sangre sobre mi ser.



Renacer de minino


Estás bello siendo cadáver,

tu cuerpo sin vida.

La inmovilidad es tan grande,

pupilas empequeñecidas,

párpados entreabiertos

como si mirases el camino inasible.

Recordarás mi ternura,

será la que te acompañe en el silencio de tus noches

en búsqueda de otro cuerpo

donde encarnar.

Fuiste fiel

silencioso amigo.

En la soledad de mis noches

de escrituras

jugabas con el lápiz

cuando eras pequeño.

Creciste hermoso

tu ronroneo fue

como la melodía

que tocaras para mí.

Conociste la crueldad

del ser humano.

En las selvas techadas

la tierra te cubre

y te verá renacer.



Tierra de cementerio


De dos gruesos cordeles

suspendidos

pesadamente desciende

el ataúd al fondo de la fosa.

Un brazo largo negro velludo,

sus dedos cubiertos de tierra reseca,

se alza en medio

de la confusión de los sepultureros.

Corren, corren

por el largo camino

despavoridos

cayendo, parándose.

Sintiendo unos dedos huesudos,

rígidos, helados como nieve

cercano a sus pies

queriendo recuperar su prenda.

Gritan, pidiendo socorro y perdón,

nadie los escucha,

la tarde va cayendo sombría

de un color opaco triste.

Están solos en medio del camino

cubierto de hojas secas que ruedan

por la tierra

húmeda del cementerio.